Hace un tiempo me compré un juego de mesa que consiste en tratar de escapar de una gran horda de zombies que mueven de forma parsimoniosa los contrincantes con el fin de perseguirte con paso lento y a veces de forma errática, pero sin otro objetivo real que estar ocupando casillas e inundar el tablero.
Mirando a nuestro alrededor, en nuestro entorno nos encontramos rodeados de personas que se limitan a ocupar ese espacio y no avanzar más que una casilla en cada turno, evitan tomar riesgos y se limitan a obeceder y a acatar lo que sus superiores le dictan.
Desde los primeros momenos de mi vida laboral, tuve claro que solamente a través de la verdadera implicación consciente e identificación con la empresa es posible salir de ese encorsetamiento y poder desarrollar cosas nuevas y diferentes. Para mí son ingredientes fundamentales que deben existir en cualquier equipo de trabajo, la implicación y el entusiasmo, ya no sólo porque sin ellos no se podrá lograr la consecución de objetivos, sino porque también sin ellos no se desarrollará un pensamiento crítico y una curiosidad que permita establecer las bases de la germinación y desarrollo de nuevas ideas.
Muchas veces, ante estos escenarios que se nos presentan, nuestra respuesta suele ser que “no va a servir de nada”, “yo no tengo imaginación”, “el día a día me puede”, o “total, qué más da si no va a funcionar”, y nos quedamos sentados en nuestro sitio haciendo nuestras tareas más o menos rutinarias. Tenemos la tendencia a pensar que el salir de nuestra zona de confort significa hacerlo cambiando de empresa, de ciudad o incluso de sector, pero no siempre es así; significa estudiar nuevas funciones, nuevos servicios y nuevas formas de hacer.
La posibilidad del fracaso como consecuencia de esta labor de desarrollo es consustancial al propio proceso, hay que convivir con ello y evitar que suponga un freno a nuestra labor. El funcionamiento de la industria farmaceutica es paradigmática en este sentido; investigan, desarrollan y registran una cantidad ingente de nuevos fármacos de los que solamente una cantidad muy límitada serán un éxito y permitirán compensar las inversiones de todo el sistema. La analogía con nuestro entorno es bien clara e inmediata, solamente con un trabajo constante de experimentación, desarrollo, sistémico y sistemático podremos acumular un suficiente número de fracasos que nos permitan alumbrar el éxito que tanto ansiamos.
Además, los fracasos obtenidos sólo los debemos considerar como tales cuando no realizamos un ejercicio de análisis de sus causas y circunstancias. Éste es un punto clave en todo el proceso, el estudio de las entradas, salidas y conexiones intermedias del proceso que nos va a permitir ampliar nuestro know-how y, por tanto, mejorar las condiciones de contorno, hipótesis y variables que intervienen. Ante cada nuevo fracaso, el éxito está más cerca.